viernes, 26 de marzo de 2010

Eterno fracaso

Véanlo.

Este es el precio que se paga,
la rebeldía es una manjar caro,
el deleite que sólo se aquieta con el suplicio,
allí izado sobre la pestilencia de la ciudad,
deglutida por la superstición
y el descaro de la ocupación,
ardiendo en una sola muerte,
la humana,
aunque más tarde digan que es divina
y todo vuelva a ser nada,
cada palabra,
un mazo para reinventar otra crueldades posteriores,
todos los cambios barridos por los vientos,
días tras días
hasta llenar siglos,
duelen los clavos,
los pulmones agotan sus respiros,
el adiós es una balsa movida por la corriente,
una de las tantas tragedias humanas
repetidas en todas las formas de cadalsos,
salvadas por las leyendas tejidas
para alejar la muerte y el eterno fracaso.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Chica cumbia

Salió de audición,
quién no la vería
con una ojo de escultor,
una estatua entre el iris
y el corazón.
Simple, con más sueños que talentos,
baila su triunfo efímero,
ignorante de ser
la bella chica
que se contempla y se descarta
como un juguete, bailando
para la cámara
que la deglute en un abismo abisal,
llevada por la música pegadiza,
de parca poesía anclada en la simplicidad,
que habla de esas vidas
que no pueden escapar
de los mordiscos de la rutina.

Hoy la he visto
con la piedad infinita
dejándome llevar por el contoneo
de sus largas piernas,
imaginándome sus cara
que nunca enfocan,
creo que a nadie le importa,
descubrir su mirada,
el alma que se esconde en su cuerpo
que trata de ocultar
haciendo brotar deseo
como si fuera
no más que un adorno
que termina muriendo,
esfumándose en sus contornos.

miércoles, 10 de marzo de 2010

La oveja perfecta

¿Cuándo te cortaron las flores?

Tenías un jardín adentro,
una miscelánea, mil talentos,
una sonrisa que paría sola utopías,
una mariposa monarca
cruzando uno y todos los cielos,
tenías las mañanas y las noches
con su terciopelo desaciertos y misterios.

Lo hicieron,
tus flores murieron
en un genocidio
de pétalos y polen,
cayeron al suelo
para hacerte la oveja perfecta,
encerrada en la maraña de sus rizos,
temerosa de los lobos
y sus caninos fuertes;
incapaz de ver que el peligro
va sonando en el cencerro
de los que llevan la manada,
un círculo siniestro,
una esperanza apagada
sin tus flores hasta que germines esta semilla,
esta verdad desatada,
acallada, pero no vencida.

lunes, 1 de marzo de 2010

La vendedora de jazmines

Está siempre,
como una religión,
todos los domingos,
sentada en un escalón,
con su pelo rubio
como un velo extraño,
casi una brisa de trigo,
sus ojos ven el piso;
los pies llevando el paso,
resonado sobre la vereda.
Un día de descanso,
una mañana de trabajo.
Un balde con agua
y un ejército de jazmines
prolijamente hechos ramos.

Sobre la misma hora,
él baja siempre
por las noticias e intereses
impresos en el diario
con una sonrisa de dientes blancos,
libre de su mundo pactado,
de su mujer que duerme,
alejada de la realidad
en nubes de sueños
que se desparraman en la almohada;
pero siempre está la vendedora de jazmines
con su balde de perfumes
y su alegría que se le desarma
cuando él se le acerca,
le pide un ramo,
e inocente piensa que es para su amada,
sin saber que es ella la razón
para que el hombre se levante temprano
para verla como una flor hermosa,
sentada ganándose unos pocos billetes
que le hagan menos pobre la semana
o sólo le alcance para sobrevivir
esa dominical jornada.