miércoles, 1 de junio de 2011

Hilván

Vos, siempre ante mi vista,
tal vez jugás a ser tierra
deseosa de ser fértil,
que laboren mis manos
y te hieran mucho con surcos,
heridas que huelan a humos,
inmortal, dulcemente fresco.
A veces te aparecés de golpe,
como un equino acortando distancias,
tan iracundos los cascos sonando al galope,
como una tormenta tropical cayendo,
violenta y de improviso,
como todas esas crueldades
que se suelen encontrar al hacer destino,
siempre caminando esta peregrinación,
este misterio que nos hace respirar
entre lo deseado abrazado a la imaginación,
igual que un naufrago a una madera,
que perdida entre olas ofrece una modesta salvación,
¿qué extraño misterio te trae?
Sin previo aviso,
como esos fantasmas
que carcomen las almas
con deudas que alguna vez serán pagadas,
me pregunto si la piedad se te anidara
cuando poses tu mirada
tan melancólica sobre este mortal
que desafía la ley natural
ante la hoja tan blanca
como un estéril salar,
tanto como esas almas
que se ocultan al pasar,
por el solo miedo de dejar libres las palabras
con que se puede hacer hilván,
el tejido siempre extraño,
por todos conocidos como rimar.