martes, 27 de diciembre de 2011

Frida



Los colores eran ánforas
donde la luz jugaba
con la ternura
de una niña de sueños
irrealizados
o, de los que esperaban el momento
correcto
para ser despertados;
en tus manos se hacían manantiales,
buscaban la libertad absoluta
que solo tiene la tiene la luz
para correr distancias enormes en la negrura
de los espacios
en perfecta curvatura;
te hiciste pincel de la pasión misma;
un cuadro que permitía
asomar tierras de olvidos,
utopía de los que nacieron
para ser vencidos,
eras polvo reseco de los desiertos
desafiantes esperando una simple lluvia
para disfrazar la aridez en vergel;

eras erotismo del bueno,
ese que sale tierno,
sin más atadura que el deseo,
eras tu propia musa,
te nacía desde adentro
y solo crecía en el lienzo,
se tornaba etérea,
huérfana de dolores,
sin temor por fenecer,
una mortal que vencía
las ataduras de la muerte;
encerraban tus líneas
a una mujer y a todas,
sus lágrimas
y todas sus sonrisas.

No eres más que energía
que perdura,
reinventando, la vida misma

sábado, 17 de diciembre de 2011

Torpe, princesa verde soja


Siempre fui torpe. ¿Te acordás?; me caía de la bicicleta, tenía accidentes insólitos y confusiones absurdas, era medio payasa por eso todos se enamoraban de mí. Vos me decías que era linda, la más bella del pueblo, me decías que era tu princesa verde soja, por el iris de mis ojos. Me decías que te gustaba mi sonrisa, que era más simpática que la Tierfeld, que se los tenía a todos comiendo de su mano, era voluminosa, algunos le decían campanario por el ondular de sus tetas al correr en las horas de gimnasia, todos la soñaban, era el deleite para muchachos simplones y adolescentes como vos; también la deseaban los hombres más grandes, los que estaban en la plenitud de sus edades y ya se habían hartado de arrastrar un carrito con un bebé adentro. Quién iba a pensar que la vida se puede volver tan rutinaria, con acciones repetidas, nadie piensa eso cuando es joven, creo que si lo pensáramos, todos terminaríamos siendo bellos jóvenes suicidas. Al principio, vos no me gustabas, ahora puedo decir que me costó trabajo reconocer esa ternura que tenías adentro, que te salía por los poros cuando te empezaba a crecer la barba. Eras hombre y yo era mujer. Vivíamos en un pequeño pueblo acorralado por las horas de las siestas y cercado por campos que sembraban riquezas ajenas; me acuerdo que vos siempre decías que, algún día, tendrías un auto como el que los Pérez Espinosa le habían comprado a su hijo cuando cumplió 18 años, en cambio, te consolabas con tu vieja moto medio destartalada con la cual recortábamos las distancias, e íbamos a ver el atardecer al arroyo. Empezamos a amarnos lentamente, fue como un aprendizaje, me acostumbré a los olores de tu cuerpo, en algún punto, podía olfatear tu perfume cuando te acercabas. Tenías muchas cosas buenas que te hacían único. Un día de octubre nos casamos en una ceremonia pobre, con amigos y parientes; la viuda de Forlán nos regaló la torta, era una delicia de tres pisos con unos muñequitos en la cima que simulaban ser, vos y yo; bebimos gaseosas y las pocas cervezas que se pudieron comprar, eran los años de quietud y silencio, trabajábamos de lo que podíamos y el dinero casi no alcanzaba. ¿Sabés?, siempre quise saber qué seguía después, en las novelas rosas la felicidad se resume al casorio, me preguntó que le habrá pasado a la Cenicienta o, a la dormilona de Bella Durmiente cuando terminó la noche de bodas, ahora que lo pienso bien, esos son cuentos para enseñar a las niñas que deben ser inferiores, ineptas, que son incapaces de resolver problemas, que jamás las cosas le saldrán tan bien como las solucionan los bellos príncipes encantados, vos no eras un príncipe, capaz, en el fondo te acercabas bastante; los primeros años fueron lindos, si qué lo fueron, amanecíamos abrazados con ganas de seguir en la cama como si la cama fuera un nido, las comidas, aunque fueran pobres, parecían manjares en el plato, éramos felices en esa casa que se iba construyendo de a poco, con los ladrillos al descubierto, con aquella gotera sobre la mesada de la cocina que tanto te costó arreglar, pero por fin, lo solucionaste, entonces todavía seguías siendo un príncipe joven. Las cosas mejoraron de pronto, empezaron a abrirse las fábricas viejas y los obreros resurgieron, llenaron las calles como en una procesión lenta, mezcla de cansancio previo y promesa de progreso, los negocios del centro empezaron a traer cosas que antes eran inútiles para la venta, como esa lámpara con forma de serpiente, que comparamos para poner en una rincón de nuestra pieza, que ya había cubierto la desnudez de sus paredes, qué linda que quedaba. Al principio fuiste un simple trabajador, después, a fuerza de empeño, terminaste como encargado del sector y ahorraste los suficiente para comprarte un auto, nunca te había visto tan feliz, para estos casos se suele decir que estabas más contento que perro con dos colas. Te llenaste de proyectos, a veces, me lo contabas. “Te parece si agrandamos el comedor o hacemos un parrilla en el fondo”, yo te sonreía pero, ahora que lo pienso, en el fondo te envidiaba, vos tenías un rutina lejos de la casa, hablabas con extraños, yo solo hablaba con las amigas, las pocas que me quedaban, las señoras mayores que compraban pan en el almacén de los Robles, que me veían como una hembra reproductora, siempre me preguntaban para cuándo encargaba un chico, a mí me daba risa como lo preguntaban, como si tener un bebé dependiera de hacer un encargo, haciéndole una carta a la cigüeña que vive en París, yo siempre respondía que más adelante. Un día te dije que quería terminar la secundaria, que había averiguado, que eran solo tres años, que se estudiaba de noche, desde las siete, que con ese título podría seguir estudiando, capaz hasta podría ser una profesional y colaborar con las gastos de la casa, vos me miraste de una forma extraña; no pensaste en lo que te había dicho, pensaste en todas las cenas que no te esperarían a punto, ni caliente, como te gustaban; tuve que insistir hasta que te acostumbraste a la idea, entonces, yo estaba tan feliz como un can con dos rabos, aunque tenía que trabajar el doble, la casa quedaba limpia como en una propaganda de artículos de limpieza. Sobre la mesa tenías siempre puesto el individual. Los cubiertos. El jugo preparado. La comida lista sobre las hornallas, solo tenías que recalentarla, trataba de usar arroces de los que no se pasan, las papas quedaban a medio cocer, calculando que el tiempo que vos usabas para calentar el guiso quedaran ideal como a vos te gustaban. Yo te hablaba del colegio, y vos ya no pensabas en la cena, solo preguntabas si habían muchos hombres en el curso, qué cuántos profesores, no me lo decías, pero tu frialdad lo demostraba, al principio creo que me sentía halagada que tus celos se desbocaran, yo casi había olvidado que era una mujer joven, que los hombres podrían desarmar sus fantasías en los pocos minutos que me observaban, había olvidado lo que era el deseo, tal vez, me había acostumbrado a estar tendida en una cama y sentir el peso de tu cuerpo sobre el mío, me había acostumbrado a quererte de esa forma, eso es lo que se suponen que hacen las chicas buenas. Tus noches empezaron a ser esclavas de las agujas de tu reloj, estabas pendiente de mi llegada, yo me apuraba en llegar lo más rápido que pudiera, te daba un beso y vos demostrabas desinterés. Llegué a pensar que estabas molesto por la casa no estaba lo suficientemente limpia y, al día siguiente, me esforzaba el doble, yo creía que estabas cansado, tenías muchas responsabilidades, un montón de operarios a tu cargo. Una noche de invierno cuando llegué a casa me estabas esperando, no habías comido nada, empezaste diciendo que la carne estaba dura, que las cebollas a medio cocinar, que eso no era ni comida para un perro, te levantaste violentamente y tiraste el plato que se hizo añicos contra la pared, yo, que antes de entrar, estaba feliz porque por fin había sacado un diez en química, pasé a la frustración más profunda, había vuelto rápido, quería decírtelo y que, por lo menos, simularas estar orgulloso de tu mujer, en cambio estaba viendo como las cebollas horneadas manchaban la pared, vos me gritabas, me echabas en cara que no era la misma, me puse a recoger las cosas del suelo mientras te pedía perdón, y lloraba como una niña, vos seguías de pie, enojado, sentía tu mirada de desprecio en las espaldas, tenía la impresión de que eras un lobo y yo un simple ciervo que debía huir, tal vez debí hacerle caso a la sensación, desde ese momento reapareció la torpeza que había tenido en la adolescencia. ¿Sabés?, era la excusa perfecta, cuando me descubrían algún moretón, que las cremas no podían ocultar, solo sonreía, decía que como una tarada me había golpeado con el postigo, o que tenía un aire por eso me dolían las costillas al respirar, o si me veían rengueando era porque había pisado mal en alguna baldosa del pueblo. ¿Sabés?, todos hacían lo mismo, hacían como que me creían, pero esta torpeza era diferente a la de los tiempos de la niñez o de la adolescencia, le faltaba la gracia, le faltaban testigos, el único eras vos que me seguías llamando tu princesa verde soja.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Enemiga

Te soñé despierto,
con los ojos,
los míos, marrones bien abiertos,

te creí llegando
igual que la brisa
pintando de consuelo
a las infernales horas de enero,

te creí el árbol del entendimiento
ese que transforma al dios
en un diablo
o viceversa,
creí que eras alegría
que tu aliento
sabía a frutos dulce
y no a ajenjo
a la vera del camino…

Me cobraste sueños
los míos,
me hiciste una presa rendida
a sus ambiciones suicidas,
pero, sabés qué, Vida,
la contienda sigue
y esta criatura no suele darse por vencida,

qué cosa es tener a la existencia
como pérfida enemiga,
no me importa que al final
ganes, de tramposa, la partida.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

malparido

Te equivocaste siempre
niño,
no eras una gaviota,
menos un duende
montado sobre una tortuga,
eras el hijo borrego
de la tortura,


aquellos médanos que se volvían rojos,
rufos de puro sol agonizante
no eran lindos, sino, sombríos;
el pueblo era un cementerio,
un matadero
acunado al costado del río,


no te equivocás,
bien hacés en odiarlo,
no sé puede querer
a lo que nunca te quiso,
jamás perdonar al verdugo,
sabés que en otra parte
siempre hay revancha,
el perdón, un remiendo
al dolor vencido,
algo que solicita quien
no ha sido herido.


No te equivocaste
niño,
de huellas desnudas sobre la arena,
hambriento de rimas,
amante de nostalgias libérrimas,
algún día volverás como hijo
pródigo
a ese lugar en el mundo
donde te han malparido…


Harás de tanto odio
una diadema de estrellas
tejidas con palabras bellas,
las soltarás por las calles
para que las barran las vecinas,
las muerdan los perros,
para que los sábalos se liberen de las redes,


te sentarás en las arenas
para ver el sol muriendo,
después te reirás
porque todo fenece en ese pueblo,
todo, hasta los sueños
de gaviotas que hablan con duendes
y niños que lo imaginan
con labios sonrientes…

miércoles, 23 de noviembre de 2011

conmigo

Se equivocaron las noches,
los días,
los segundos,
eras libre como una dalia,
floreciendo primero,
en el calor agobiante
de enero… Lo mirabas,
era la arcilla
vos querías ser el alfarero…
Me lo contaste
al final del derrotero,
era un atardecer rojo
tan agrio como sereno
ahogando los techos,
haciendo sudar los cuerpos,
estabas tan bonito,
una mezcla de hombre con cachorro,
una sonrisa de apolo
cayendo antes nuevas deidades,
desplomándose la estatua
con el mismo fragor que hacen los sueños
cuando,
de repente, se vuelven añicos..



Eras tan lindo
que me sacabas el padre de adentro,
quería protegerte pequeño niño
prostituto, fuerte y débil,
seguías siendo una dalia
ahora mustia, sedienta,
rogabas por lluvia
y la suerte
se te mofaba con sequías…
Eras tan extrovertido,
tan arrogante como vacío,
se te había ido
el amor, la confianza,
solo quedaba el calor de enero sofocándote,
sacándote suspiros
de tu boca
que llegaban a mis oídos,
pero no estabas tan solo,
estabas conmigo,
en una esquina
llorando y riéndonos
de lo esquiva
que puede ser la vida…
Tan fuerte y endeble
como una margarita
que espera resurgir en la brisa
y delirar aunque sea con una llovizna,
se equivocaron las tardes,
las mañanas, los minutos,
pero estabas ahí rearmando la esperanza
que es lo único vence
a la más honda de las tristezas,
estabas en mis brazos,
llorando,
te dibujabas destruido
pero, tu dolor era hermoso
igual que las flores perdidas del camino.

No estabas solo amigo…
estabas conmigo.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Pasando el río

Vamos,
que la luna ruede por Callao,
que destelle sobre
las olas,
después del amor
el río seguirá pasando,

quiero volverme el lobo
que te domestica
a la hora justa,
cuando se abren tus brazos,
cuando reunimos
viejos anhelos hechos pedazos,
la vez que nos aventuramos
a darnos tiempo…
En el instante que aprendamos a esperarnos…,
a morir de angustia por la voz que no llega,
por el mensaje que se queda varado
en alguna antena
colgada en algún edificio.
No importa
si tus ojos no ven
la luna asomando
por el este,
gigante, redonda,
gobernando el cielo que fue celeste
y ahora es terciopelo
por donde ruedan tus dedos
y los míos, pretendiendo inventar
las muchas formas de amar,
alejando el miedo
por olvidar.

Juguemos a que somos hebras
de luces que se reflejan,
que se ondulan,
serpentean,
que coquetean
con hacer nacer
al adolescente
que la madurez sepultó
y verlo aflorar
por el este,
sobre el río,
en el momento que todo empieza
bajo la bendición del día recién nacido…,
tan fácil como soltar el aire
en un suspiro,

después del amor,
continuará pasando el río…,
ha sido así
desde que el tiempo nació,
por eso te pido
que te quedes conmigo
que todavía no ha amanecido.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Borra de café

El pocillo está sobre la mesa,
la borra del café
lista para leer,
presagio con disfraz
de buenas venturas
que se quieren oír.


La boca de la pitonisa se abre,
su aliento sabe
a cigarrillos de contrabando,
a mentiras muy bien dichas
que terminan por ser creídas,
a una letanía
que se hace sinfonía
en el callejón sin salida,
solo quiere mis billetes sucios,
yo busco un personaje para un cuento,
su mirada se clava
en la suciedad amarga
del café ,
en la dulzura de azúcar,
no le creo
los éxitos que me inventa su voz
enredada
entre sus dientes escasos,
ni que todo estará bien algún día,
que el camino me prepara un agasajo,
que la existencia sonreirá mañana
tan temprano,
cuando el alba se despierte
de su sueño malsano.

Solo la miro,
devoro sus gestos como un parásito,
como un asesino
que disfruta con la muerte,
que la sueña,
que la provoca,
en el fondo soy
como esos seres desalmados,
olvidé la piedad
ahogada en la borra
del café,
perdí la ilusión de pensar
venturas lindas para el futuro,
estoy allí viéndola,
consolándome de ser menos desgraciado,
todavía no necesito inventar mentiras
para comprarme un bocado
que me sacie el hambre,
todavía conservo un refugio
que me da cobijo,
que me ampara,
pero eso no lo lee
en el asiento del café,
es solo una sensación
que se adormece en el aire
mientras el pocillo sigue
sobre la mesa,
yo sentado en una silla
y, ella con sus labios
llenos de inventivas…
que suelta con una sonrisa
levemente torcida…

sábado, 15 de octubre de 2011

Malquisto, poeta maldito

No importa
que la primavera coloree
las flores,
ni que sus pétalos
se abran como labios
que dicen te quiero
y, sueñen besos
mientras las gotas de rocío
se hacen tan grandes
que llenan ríos,
todo se vuelve eterno
en el mar, perdido,
salado igual que lágrimas…


Es sacrilegio
penar en primavera,
cuando la vida estalla
la resurrección
de todo lo que estuvo muerto,
es insultar a la esperanza…,
que se me ha quedado
rezagada
por el camino,
perdida en hilos
del que pende esta marioneta
en el guiñol del destino…


Qué me perdonen las musas
que bailan entre margaritas,
los deseos de los enamorados,
todos esos cachorros que se abrieron
paso
a la mansedumbre de la existencia,
que me absuelvan las estacas de rosas
que retoñan y no veré crecer,
que me excuse
este primaveral hemisferio,
soy un insulto de poeta
malquisto,
huelen mis labios
a ginebra
y a tabaco,
he hecho de la tristeza
una damisela hermosa
que desnuda duerme
en mi cama,
me acaricia
los ojos en las mañanas,
se queda, erótica y quieta,
mientras mi mirada
pare
gotas que llenan algún río
que naufragan en otro océano,
salobre y frío,
mientras la marioneta
sigue, díscola, enredada
en las telarañas del sendero,
que murmura que nadie debiera
sufrir en primavera
cuando es tiempo
de despabilar la espera,
cuando es momento
de vencer la muerte
con un guiño cómplice
de la suerte,
tímida doncella
que siempre se esconde,
pero, a veces…, emerge
igual que un suspiro
que combate al olvido,
otra ironía que también
se hace rocío…,
que termina en otro mar
más azul que, embravecido,
susurra que estar triste en primavera
es ir en contra de los sentidos…,
esa costumbre
que me vuelve
tan sacrílego,
como difunto que se niega
a ser resurrecto…
para ver la luz en ese día
anhelado por ser el más perfecto…,
igual que la sombra de un poeta maldito
que escribe, solitario,
porque está herido,
pero se las arregla
para seguir sobreviviendo,
haciendo lo que sabe,
simplemente escribiendo…

viernes, 7 de octubre de 2011

Después del doce O

Nos han mentido tanto…
Crédulos fuimos,
cuán caros se pagaron reyes
y sotas de bastos…
Espejos coloridos por donde entró
“la civilización”,
un manto albo
sobre la estatua hacedora
de milagros,
por azar malogrados…,
rotos como los huesos.
Oro y plata remontando
oleajes,
con eso pagamos la lengua en que hablamos,
rezos foráneos,
el cuento de la igualdad
en la leyenda del hijo del carpintero
y cargamentos de secuestrados
embolsando
ganancia de negreros,
toda una tierra hecha un lupanar,
una orgía
de predicadores,
una carnicería
de buscadores de riquezas apropiadas,
y viejas costumbres europeas,
los nobles blancos a la diestra
y los desclasados
siempre esperando,
esperando…
Todo cocido con bonitos
cuentos traídos en barcos,
repetidos
para que fueran bien aprendidos.
Ya nada te debemos,
viejo mundo allende el Atlántico,
que sigan tus reyes con sus coronas,
tus predicadores con sus reliquias viejas,
este es el Continente de la quimera,
el lugar donde las semillas,
por más que mueran,
siempre germinan,
donde la esperanza llena
el vientre de nuestras mujeres
de una preñez ansiada
y las bocas jamás se callan,
siempre reclaman
un mejor mañana,
después del día doce,
este sitio se llama América,
la tierra de las posibilidades
donde los sueños,
de tanto perderse,
aprendieron a resucitarse…

martes, 4 de octubre de 2011

garúa

Tenías colores de verano.
No te importaba que fuera julio,
que hubiera garúa,
que pareciera
una helada y el frío
se te entrara en la mirada.
Tampoco que la ciudad fuera gris plomizo,
que el transporte estuviera colapsado,
que la vida continuara,
que se enredase en una nube húmeda,
que se precipitara
por las cornisas de los edificios,
que ensuciara el piso,
que borrase sus huellas,
la marca de sus pasos,
se había ido,
tantas veces ensayó la despedida,
que ahora todo te parece un alivio,
sus ojos tan amados,
los que te veían en la mañana,
esas esferas marrones
que se volvieron desconocidas,
esas manos
que olvidaron las caricias,
esa voz grave que pronunciaba tu nombre,
que hacía que sonase
como el mejor poema declamado,
pasó a ser un simple anunciante
de la rutina, de días apilados,
igual que trastos
en el desván esperando
ser desechados,
vale que te miren ahora,
tan hermosa,tan pequeña,
saboreando recuerdos,
profundamente orgullosa
por haber amado tanto.

lunes, 26 de septiembre de 2011

septiembre

Vase el invierno,
juntó sus hojas gualdas,
los sueños helados, inciertos,
cargó las valijas,
va cruzando el Ecuador,
lleva uniforme otoñal,
parece un hermoso suspiro
a medio empezar, a medio terminar.
No soportó, verle las piernas
esculpidas por las hierbas,
el amor cantando en nidos,
en techumbres pintadas
por soles septembrinos...

Tomó sus bufandas,
se las anudó al cuello,
marcha a paso firme
es un dandy de cuento,
tan adusto su forma de mirar,
son tan firmes sus voces,
sabiduria que duele por real,
en cambio está ella, sus roces
se parecen a una estatua de belleza
sublime que resurge,
sale de adentro de los cuerpos,
se asemeja a una rea que ha logrado
esa libertad soñada,
la que esperó bajo la escarcha,
como un ave Fénix en las cenizas
del hogar a medio consumir,
ahora va a hacer lo de siempre,
pavonearse,inventar a la vida a presumir,
haciendo creer que cada desierto
guarda dentro un jardín
tan bello y basto que finge ser eterno.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Los jueves, cofradía

Nos fuimos conociendo poco a poco, como quien no quiere la cosa. Éramos diferentes pero nos reconocíamos como pares. Quizás, éramos dolientes acuciados por la misma peste. Sea como fuere, siempre había un lugar y un horario para juntarnos, poníamos minutas sobre la mesa, cerveza fresca en vasos, siempre estaba Gastón que insistía con los vinos, tenía alma de sommelier, bastaba que su nariz olfateara un corcho y nos arrojaba la historia de la cepa de donde había venido el vino. Lo sabíamos, era un presumido pero, en el fondo, demasiado querible. Pero bueno, salvo honrosas excepciones, no había dinero para bebidas de etiqueta, pero si nos prometíamos regalarle a Gastón el mejor vino que hubiera por ahí, para nosotros esto tenía más relación con el precio que con el sabor. Veníamos de los tres puntos cardinales que tiene Buenos Aires, viajábamos en hora pico, dejábamos que el cansancio reposará después, cuando volviésemos a la rutina. No existían palabras para nuestros trabajos, no había mención a las trivialidades, esas que hablábamos con otros, pero jamás entre nosotros. Charlábamos cosas de nuestra pequeña e insignificante reunión, liberamos los egos como niños pequeños deseosos de llamar la atención. Pensábamos en el tiempo futuro, idealizábamos nuestro recuerdo, para eso trabajábamos horas, palabra sobre palabra, trazo sobre trazo, como escultores que no se pueden detener. Emma, tal su seudónimo, bosteza erotismo, el que le faltaba, su voz se nos enredaba, era una yedra que nos devoraba los sentidos. Fumaba, y soltaba los versos, después se mojaba los labios con cerveza. Nos gustaba oírla. Nunca nos contaba de su casa, de su marido, ni de sus hijos, pero todos sabíamos que resucitaba cuando sus papeles se volvían blancos y, su mente, escupía todo lo que no encontraba en sus días, soñaba con el amor romántico, ese que huye después del casamiento, quizás la habían martirizado en la infancia con cuentos sonsos como La Cenicienta o había visto telenovelas en demasía, Carlos siempre quería superarla, pero su erotismo era tan básico como un adolescente encerrado en el baño, no lograba vencer la rima fácil, sus insinuación caían en el barro, parecían cuerpos desguazados por las luces de un programa de televisión, pero lo escuchábamos con el mismo respeto que a Emma y, para evitar peleas, cosa muy común en artistas como nosotros, jamás tenidos en cuenta, le éramos diplomáticos, le festejábamos sus mujeres de senos exuberantes, sus hombres, guerreros sodomitas, muy felices entre la sangre de la guerra y el cariño en algún lugar de la vieja Grecia. Por una razón extraña todos parecían hablarme a mí, tal vez, porque tengo el defecto de saber escuchar, cosa que me ha traído viajes horribles en medios de transporte donde, desconocidos, me hablan de ellos mismos. Alguien me había dicho en el pasado que tengo cara de buen oidor, lo que mis compañeros no sabían era que yo jugaba, lo que hago siempre que veo seres llenos de vida por la calle, cada gesto, movimiento o insinuación es para mí como la arcilla que mis dedos alfareros precisan, no se iba a escapar Emma de las garras de mis lápices, iba a hacerle el amor con tanta dulzura, igual que ella, cuando imaginaba, cada vez que iba viajando en el colectivo, contemplando un hombre cualquiera, le inventaba una historia con el perfume de sus anhelos que la vida le fue quitando; sería el guerrero, el más cruel que asomará en las letras de Carlos, un griego hermoso parado en un esquina de Atenas con toga y todo, insultando al capitalismo europeo, ofreciendo mi cuerpo, el que perdí hace algunos años, como única mercancía laborable. Me decían que mis poesías eran buenas, que se volvían fuertes, que se enmarañaban con mi historia, el padre muerto, la madre que me había abandonado, la familia que lleva mi apellido como extraños a los que se le teme conocer, lo habían adivinado, mi nombre era mi seudónimo, yo era casi un actor que fingía tener el nombre que llevaba. Me defendía, decía que todos tenían vidas retorcidas, que esos fantasmas llegaban en algún momento y se sentaban a la mesa, en la hora de soledad, igual que nuestros dioses, esos en los que creemos, todos esos poetas que lograron vencer la peste, que malvivieron vidas en algunas de la ciudades de este planeta, siempre ignorados por sus contemporáneos, idealizados por funerales y placas conmemorativas, nombres de calles y tediosos análisis estilísticos en la hora literatura, para que sea bien de normal jamás comprar un libro de poesía. Ya cuando estábamos más alegres por la bebida rubia, cuando se iba haciendo tarde, cuando el espacio estaba enviciado de tabaco y de alguna hierba que alguno traía, celebrábamos nuestro aquelarre delirando que la poesía volvía al pueblo, llenaba las calles, se hacía reclamo y reivindicación, resucitaba en el amor de los enamorados, nos volvíamos invencibles celebridades pop, qué hermosa la cara de Emma en la marquesina de una librería, qué lujuria las palabras de Carlos haciendo sonrojar a viejitas inocentes después de las misas. Qué lúdico saber los amoríos de Lara, de mí y mi misantropía galopante, mis caprichos de niño pobre que busca un lugar apartado para dibujar palabras cuando todavía no le enseñaron a escribir. Creíamos ser siempre rebeldes a la hora de la despedida, cuando ya no había más cerveza que tomar, ni que leernos, nos prometíamos más para otro jueves a la misma hora, esa era nuestra cita, ese era nuestro consuelo, de vencidos poetas que se reunían en modesta tertulia; después, cada quien volvía a su vida, a las relaciones normales, a nuestros uniformes de vivientes correctos, que saben tomarse unos segundos para intentar atrapar varias letras en una poesía, para poder resucitar cada atardecer de jueves, en la cofradía.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Reías

Te reías, y en alguna parte,
no sé cual, surgía un mundo muevo,
eras tan dócil, eras tan tierna,
una muñeca en embalaje de sueños.

Por las noche de octubre
te soplaba al oído
dóciles poemas la luna
y los escuchabas como gotas de rocío
cayendo sobre las dunas.

Eras demasiado,
mucha ternura escondida
en viejas fotografías
en donde brillabas como una estrella,
eras tan fuerte, tan dévil,
tanto como estas líneas
que ahora escribo,

eras una criatura libre
como el viento,
como un barco que suelta amarras
y se va sin dar aviso
a tierras lejanas
por donde pasean, en hermosos vestidos,
todas las hadas
que un día llamaste y nunca vinieron.

Te reías
y no sé por qué el mundo empezaba a tener sentido,
como si pudiera
el sonido de tu boca liberar
los más bellos paraísos escondidos

miércoles, 24 de agosto de 2011

Sueño imposible

Anoche soñé imposibles,
soné contigo,
estábamos en un café,
descubrías que ya no era aquel bebé infonsivo,
sino, este hombre
que te ha sobrevivido.

Ideé tus labios, susurraban
perdones leves que no supieran fingidos,
que tus ojos fueran sinceros,
que me dijeras cómo fueron aquellos días primeros
cuando sorbía de tus senos,
cuando todavía te quería,
cuando éramos una madre
con su indefensa cría.

Ahora éramos dos desconocidos,
limitando nuestros dichos
mientras hacíamos girar las cucharas
dentro de los posillos;
como ves no es sencillo
soñar contigo
porque soy un guerrero
que sobrevive aunque lo hayas malherido.

Dos extraños en un esquina del tiempo,
mirando gente pasar a la hora del regreso
cuando la ciudad rompe los hormigueros,
tú eras una sombra del olvido
y yo un iluso que predendía
que alguna vez lo hayas querido,
pero era mi sueño
y, esta vez, te abandoné yo
lo hice leve, sin mirar atrás,
sin rencor, huérfano de amor,
como a esos momentos destinados a no recordarse
jamás,
pero no sé por qué me sigo
acordando de que anoche soñé
contigo y dos posillos de café
que sabían bien amargos
ni bien me desperté.

sábado, 6 de agosto de 2011

Huérfano de la revolución

Qué esperaban las noches de mí,
del hijo de un comunista
y de una muchacha pobre de un pueblo
donde lo más emocionante que pasa es la llovizna
golpeando médanos,

qué pretendían las musas que hiciera con esta vida,
más que drogarme con oxígeno,
más que consumirme en la lujuría
como si fuera otra brasa ardiendo en el heno.

Qué esperaban las letras de mis tercos
y fuertes dedos
al hacer avanzar la línea,
que narrara bellos sonetos,
de esta ironía que vanagloriamos llamando vida,

era tan pequeño cuando heredé mi primer
cadáver,
tan hermoso, un comunista con los ojos cerrados,
soñando con la revolución que nunca llega,
un día cualquiera al cual no vio la tarde,
y mucho menos la cena.

Qué esperan estos personajes,
que les dé más piedad de la que se desea,
mucho no se puede esperar de un niño
al que se abandona por una panacea,

se ha reído tanto
la existencia de este mortal,
le ha legado un genociodio de sueños,
miles de brazos que no lo podrán armar,

pero aún así,
voy a reírme hasta el final,
un día me tapará una lápida
pero estarán estas letras para hacerme recordar,
y la revolución, que se empecina,
siempre me sabrá esperar
en alguna parte del edén comunista.

martes, 2 de agosto de 2011

una rosa

Me hablaste suave,
tanto, como el viento que esculpe
cimas de montañas,
me hablaste bajo como un ave
que trina entre las sombras,
que la vida es hermosa me dijiste,
así, sin más, como quien devela
un seceto soterrado
por todas las horas
que se apilan en años,
me lo dijiste con suave
como esperando que lo comprenda,
aún a sabienda que te abandona,
se diluye lenta
como el vapor entre la bruma,
me quedo con esta estrofa;
la vida es hermosa
aunque nos aterra cuando
nos abandona,
es tan deliciosa como lastimarse
a tomar una rosa.

miércoles, 1 de junio de 2011

Hilván

Vos, siempre ante mi vista,
tal vez jugás a ser tierra
deseosa de ser fértil,
que laboren mis manos
y te hieran mucho con surcos,
heridas que huelan a humos,
inmortal, dulcemente fresco.
A veces te aparecés de golpe,
como un equino acortando distancias,
tan iracundos los cascos sonando al galope,
como una tormenta tropical cayendo,
violenta y de improviso,
como todas esas crueldades
que se suelen encontrar al hacer destino,
siempre caminando esta peregrinación,
este misterio que nos hace respirar
entre lo deseado abrazado a la imaginación,
igual que un naufrago a una madera,
que perdida entre olas ofrece una modesta salvación,
¿qué extraño misterio te trae?
Sin previo aviso,
como esos fantasmas
que carcomen las almas
con deudas que alguna vez serán pagadas,
me pregunto si la piedad se te anidara
cuando poses tu mirada
tan melancólica sobre este mortal
que desafía la ley natural
ante la hoja tan blanca
como un estéril salar,
tanto como esas almas
que se ocultan al pasar,
por el solo miedo de dejar libres las palabras
con que se puede hacer hilván,
el tejido siempre extraño,
por todos conocidos como rimar.

lunes, 30 de mayo de 2011

Ganas

Hoy tengo ganas
de lírica adolescente,
esa que duele en el alma
y se desvanece en los lápices
como fantasmas de muchas formas,
ganas de esos dolores que no saben
a otra cosa
que a mofas del destino,
cuando
no hay nada más que esperar
que ver el tiempo correr pintando
estrellas en cielos
y espejismos en asfaltos;
tengo el deseo de verme quieto,
fingiéndome eterno,
soñarme sibarita de los placeres de la vida,
ese préstamo que se le da a la materia
y que algún se salda
para siempre,
ojalá quede el recuerdo de cuando fuimos jóvenes
poetas de tristes rimas
borrachas de mentirosas melancolías,
esclavas de todas la ironías
perdidas al doblar las esquinas.

lunes, 18 de abril de 2011

Utopía

La vez que te soñé despierto,
con un vaso de whisky consumiendo
el hielo,
un perfecto efecto invernadero,
la vez que eras una ninfa saliendo
salada de espuma
tan manchada como la luna,
eras una ensoñación magnífica,
te deslizabas como una heroína
de un comercial de automóviles,
más serena que calma
igual que un hada entre los ceibos
de grotescas formas reclamando
su señorío en la sabana,
qué eras, qué era mi ojo,
mi boca al nombrarte
y tu cuerpo tan erótico al alejarse,
y yo el deseo hecho presa,
mi carne que imploraba por tus fauces
y tu silueta como siempre se alejaba,
hacia el horizonte invitando
a mis pies a seguir marchando
como un lobo infatigable,
eras mucho más que una promesa divina,
eras la utopía con el acento enredado en miles
de preciosos vocablos desarmados en poesías.

jueves, 31 de marzo de 2011

sexo

Sexo,
el que le robaron a los ángeles,
el que abren las vírgenes a los espíritus,
el que ofrecen los cuerpos por la calle,
el que convierten en pecado de muerte
señores que se esconden para practicarlo;
la vida es una pulsión,
una marejada que no se detiene,
que birla los decoros
que se instala en la piel,
que se desboca de una boca a otra,
de una mano deslizando,
cultivando caricias, de mentes
que dejan las conjeturas para después,
sexo de los dioses trocados en postales de consumo,
en mujeres que son como una fruta
una majar que brilla,
que se adentra retina
adentro y se queda, por unos segundos
perfumándote la vida,
el de la fortaleza de machos perfectos
con sonrisas de dientes blancos
que esconden sueños
en sus labios de carne fresca.

Ya no te detengas,
¿qué es de esta vida si no me acaricias?,
no más que la muerte que llega,
a destiempo, para seducirnos la vida.

lunes, 21 de marzo de 2011

Libia

Granos y más granos,
sobre la herida abierta,
sobre los párpados cerrados,
un tierra llamada Libia,
allá al sur del Mediterráneo
y de la tierra
que juega a la civilización
y peca de barbarie,
no les importa tus libertades,
sino lo que tus arenas guardan dentro,
engordaron a tus tiranos como becerros
para ofrecerlos en holocausto
y prometerte democracias
con olor a pólvora y sangre
chorreando fresca y roja
de mujeres con velos,
y niños que ya olvidaron los juegos,
de perros que buscan refugio
de la muerte que cae
como maná de tus cielos,
siempre claros de nubes que arden
de espejismos
que siguen vivos,
flotando como fantasmas
de alguna esperanza en medio del desierto.

domingo, 13 de marzo de 2011

Que..

Que sonría la de la cara pequeña,
que tiene la edad en que la vida
se abre como una flor
que busca atrapar la tibieza
del sol,
robarle lozanía,
la dulzura de una mujer temprana
donde se oculta todavía
la frescura de una niña.
Que la vean estas veredas paseando
una sonrisa recién hecha,
destilando sus ojos idealismo
recién nacido;
entonces me pregunto;
por qué sigue girando este mísero
mundo hacia el vórtice del mismo
remolino, por qué no la contemplan ahora,
como lo hago yo
y su belleza me azota
los secretos de amor,
de esos cautivan poetas
y esculpen sobre mármol
los mejores cinceles,
tengan piedad mortales
no hay mayor privilegio
que ver esta criatura embebida
por el nerviosismo de esa cuestión
química que han bautizado
simplemente como el primer amor.

jueves, 24 de febrero de 2011

Otro día

El otro día soñé con rosas,
cálidas más que hermosas,
tenían en sus pétalos sonrisas
batían su perfume en el viento
en una danza que se perdía
en un susurro,
era tu recuerdo que danzaba para mí
como una musa
naciendo del mar salado
y la espuma
de la ola deshecha,
el otro día te soné feliz
en el otro mundo que está tan cerca
que apenas se puede tocar
y que sólo las ecuaciones permiten
saber su existencia,
y al pasar cerca de mí
tu presencia
tornó en ensueño de pensarte
más hermosa que las rosas,
cuando te dijimos adiós
aquel día que te nombramos con dolor,
el otro día te soñé radiante,
siendo más feliz que el sol.

lunes, 7 de febrero de 2011

Ojos de noviembre

Sus ojos oscuros devoraron
la fragilidad del paisaje,
que mágico se veía todo
en aquella hora
nocturna de noviembre,
hasta los azahares albos de los jazmines
reptaban en aquella pobre penumbra.
Un trapo vistoso se movía,
casi delirante jugaba a ser cortina
en aquella ventana carente de vidrios donde
estaba ella contemplando
el esplendor de su belleza,
tersa su piel dibujaba el ébano,
manso,
que el sol casi veraniego otorga
como regalo inesperado,
el erotismo
que brillaba sobre sus labios,
prometiendo otras frugales tentaciones.
Sus cabellos, espesos y largos
que hacían brillar todas la luces
que venían desde afuera,
en el fango,
en lo absurdo,
en la belleza misma
que se insinuaba en la calles famélicas,
pero parecía no existir quien detuviera
su pensamiento y su libido
para sustraerse de la realidad
en una orgía desbocada
similar a los sueños que buscan no despertar.
Llegaba la brisa a sus senos,
envolviéndola en la música
que producía al pasar entre las hojas,
respiraba reteniendo la vida
como una mano pintando
sobre la piel amante una caricia,
bajo los párpados cerrados
soñaba otra piel,
tal vez, un muchacho buscando
transformarse en hombre
y todas las palabras
que se usan para escribir novelas rosa,
esas que se escriben para quienes
hemos probado el desencanto
del amor que muere antes que termine el cuento.
Noche de noviembre,
un grillo que había escapado
de la mortal telaraña, agradecido,
elevaba sus violines
y ella, en cambio
siguía con los ojos cerrados
soñando
anhelos que ya no veo,
ni valen la pena ser narrados,
porque a los bellos soñadores
hay que dejarlos seguir soñando.

sábado, 22 de enero de 2011

Mantis religiosas

Me gustan las chicas
mantis religiosas,
las que se paran en su sitio
y se abren las aguas
igual que en un milagro narrado
hace muchos años.
Me gusta las que callan los secretos
y las que se vuelven fuertes como una roca,
las que se atreven a todo,
las que lloran cuando hace falta.
Las que llevan como maquillaje
la ternura y el misterio encerrado
en cofre carente de llave.

Amo las mujeres que odian
a Blancanieves y a Cenicienta,
las que no esperan cuentos de hadas
y se hacen heroínas reales…
Las que escriben sueños
y no han hecho
del amor un ídolo de barro,
las que no creen que el romanticismo
sea un hombre que finge tener un corazón
que bombea borbotones de amor
fresco en latidos
y otras cosas por el estilo.

Me enamoran las mujeres que no paren
hijos para alimentar guerras,
las que pelean causa justas
y me hacen creer en la humanidad otra vez,
las que están al principio de la vida
y las que bajan el telón
cuando ésta vuelve a desparecer,
las que saben dar el dulce beso del adiós.
Las que no precisan de hombre alguno
para ser señoras,
por eso idolatro a las mujeres
mantis religiosas
y detesto a las que bajan la cabeza
ante la opresiva costumbre religiosa,
amo a las que van con el pelo suelto
y van por el mundo y sus cosas
como una aventura amplia y majestuosa.

jueves, 13 de enero de 2011

Preguntas

Qué del amor cuando te vas
y queda
solo la imagen de la desnudez,
el bosquejo
de tu cuerpo
estampado
según el deseo tomó forma.
Qué de tus manos que subían,
que bajaban,
que tocaban el lugar justo,
tu piel que hace soñar tanto
que lo demás apenas si importa…
cuando la realidad vuelve a permanecer quieta,
a salvo
y solo se recuerdan,
la ternura liberada
y los besos dados.
Lo sabés muy bien,
te ama demasiado
como para prometerte
a un mundo desbordado,
corroído por la rutina,
convirtiéndote en presa de los horarios
del hipócrita juego
del idilio eterno…
Qué queda de su mirada,
enjaulada en tus ojos,
al amparo de la tuya,
cuando se aprietan los labios
y se prometen nuevas horas robadas
a nuevos días
y se abre el abismo
de un adiós,
entonces creen que eso es tierra fértil donde germinan
jóvenes semillas de amor
como consuelo
para ese momento de dolor.