Me senté a hacer poesía,
Seguí los senderos sobre
su piel, sus sueños
y perfumes. Vi la luz
de sus ojos, zafiros
rodando en lo oscuro
del cielo de los tiempos.
Allí, el soneto que no sale,
la voz muda queda ahogada,
me quedé a escribir poesía.
¡Insania! ¡Rebeldía! Ya no sé,
era mi forma de pintar
a la bella criatura dormida
que pone armonía
a las caricia que hacen
saberme con vida.
Malquisto © Buenos Aires Argentina
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