miércoles, 30 de noviembre de 2011

malparido

Te equivocaste siempre
niño,
no eras una gaviota,
menos un duende
montado sobre una tortuga,
eras el hijo borrego
de la tortura,


aquellos médanos que se volvían rojos,
rufos de puro sol agonizante
no eran lindos, sino, sombríos;
el pueblo era un cementerio,
un matadero
acunado al costado del río,


no te equivocás,
bien hacés en odiarlo,
no sé puede querer
a lo que nunca te quiso,
jamás perdonar al verdugo,
sabés que en otra parte
siempre hay revancha,
el perdón, un remiendo
al dolor vencido,
algo que solicita quien
no ha sido herido.


No te equivocaste
niño,
de huellas desnudas sobre la arena,
hambriento de rimas,
amante de nostalgias libérrimas,
algún día volverás como hijo
pródigo
a ese lugar en el mundo
donde te han malparido…


Harás de tanto odio
una diadema de estrellas
tejidas con palabras bellas,
las soltarás por las calles
para que las barran las vecinas,
las muerdan los perros,
para que los sábalos se liberen de las redes,


te sentarás en las arenas
para ver el sol muriendo,
después te reirás
porque todo fenece en ese pueblo,
todo, hasta los sueños
de gaviotas que hablan con duendes
y niños que lo imaginan
con labios sonrientes…

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