lunes, 28 de septiembre de 2009

Aprendiz

Es un café, no importa cuál,
detrás de los cristales Buenos Aires agobia
por los cuatros costados.
Estoy solo, mi café, mi teléfono, espero;
el tiempo crepita lento entre los parroquianos
y mi amigo desconocido emerge tan bello,
cinco mesas más allá,
bebe café y apoya los codos en la mesa,
sus ojos son diáfanos y expresivos,
no me mira, de hecho no mira a nadie,
su cuerpo aprieta,
eróticamente un esplendor de pasados los veinte,
camina hacia el cenit de su masculinidad con paso firme,
en cambio su alma es un huracán de pena,
un desamor lo devora tiernamente,
le duelen las horas como a un caballo atado a una noria,
ella dejó de ser alguien que le toma la mano,
la dulce mujercita
que le sonríe después de amanecer en la disco de moda,
ahora es una desconocida que le dijo adiós sin pronunciarlo
y se le llevó el alma, los sentidos,
se fue lenta tras los pasos que hacían otras huellas.

Mi amigo desconocido no ve razones hoy,
no sabe lo que sé yo, los amores van y vienen
y uno cree que el último es el verdadero,
el que saldrá de las sábanas y despertará todas las mañanas,
el que nos sostendrá mano en el lecho de muerte.
Sólo quiere beberse la vida,
conducir su auto hasta que se acabe Sudamérica
y descubrir la grandiosidad del océano
y lanzar allí todo ese tiempo de amor,
cuando se sentía feliz y afortunado,
cuando no era más que un aprendiz de hombre enamorado.

1 comentario:

  1. gERA!

    Son geniales!!! me gusta mucho como escribis!!

    La verdad! senti que estaba con vos, observando al aprendiz, y lo q vos veias, veia yo!

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